El riesgo de compartir espacio cerrado con alguien asintomático

Un modelo matemático predice el riesgo de compartir espacio con personas asintomáticas de COVID-19 sin protección, incluso guardando las distancias. ¿Hay personas superpropagadoras debido a su alta carga viral o tiene más peso lo que hagan y dónde?

El ejercicio en tiempo de COVID-19 | Álvaro G., Shutterstock

Uno de los aspectos claves de la comprensión de esta pandemia por el nuevo coronavirus es el papel de las personas asintomáticas. Bien porque no se llegan a enterar de que están contagiadas o porque, estándolo, no tienen síntomas hasta días después de contraer la infección.

Aún no está claro el papel de los asintomáticos o presintomáticos a nivel pandémico o de control de la propagación; aunque desde finales de febrero, parte de la comunidad científica apuntó a que podría ser uno de los elementos para la extensión global de la enfermedad, que parecía contenida en Asia.

Porque a nivel individual no hay dudas de que personas sin síntomas o muy leves pueden tener una importante carga viral en sus vías respiratorias. La paradoja, de hecho, es que suele detectarse más coronavirus reproduciéndose en sus gargantas, narices o pulmones que en la gente que llega al hospital con una evidente neumonía propia de la COVID-19.

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Bajo esa premisa, y sabiendo que la mayoría de los nuevos positivos derivados de rastreos son actualmente asintomáticos, dos investigadores suizos decidieron medir cuánta cantidad de virus es necesaria para infectarse y si la que exhala alguien asintomático puede contaminar el aire de una estancia mal ventilada.

«En este modelo matemático se estimó que la respiración y la tos de un individuo con COVID-19 liberan grandes cantidades de virus en una habitación mal ventilada», explican en su trabajo, publicado en JAMA Newtwork. Sin embargo, «el riesgo infeccioso que representa una persona con carga viral típica, simplemente respirando, es bajo».

Hasta la fecha, se han medido concentraciones incluso más altas en personas leves o presintomáticas que en pacientes que llegan al hospital. Pero puede tener que ver con que, para cuando son atendidos, ya se han descargado de buena parte del coronavirus.

De vuelta a los ‘supercontagiadores’

Al contrario que en otras enfermedades infecciosas, «aquí se suelen dar eventos de superdispersión y podría estar detrás del éxito inicial del virus», explica a Newtral.es el investigador Iñaki Comas, de la Unidad de Genómica de la Tuberculosis en el Instituto de Biomedicina de Valencia (IBV – CSIC).

2 de cada 10 casos producen el 80% de las transmisiones. Y cerca de la mitad de los contagiosos no saben que tienen el virus. No se sabe si eso correlaciona con la carga viral que llevan.

Para Comas conviene cuestionarse: ¿quién es el superdispersor, el evento o el individuo? Identificar a un individuo como supercontagiador puede llevarnos, prejuiciosamente, a suponer que, o bien actúa deliberadamente, o bien lleva una vida con prácticas de riesgo.

De hecho, «esa misma persona al aire libre probablemente contagie mucho menos o nada en absoluto», dice Comas. Pero hay también algo relacionado con la carga viral de la persona cuando se dan el resto de factores.

Aproximadamente, 4 de cada 10 personas son asintomáticas cuando contagian. «Sabemos que un 20% de los casos producen el 80% de las transmisiones pero no sabemos si ese 20% correlaciona con la carga viral», precisa Comas.

Cuando los autores de este estudio hablan de una carga viral típica, se refieren a unas 10 millones de copias del virus por mililitro de aire exhalado. Y no todas se mueven igual. Habrá virus contenidos en gotitas más grandes y pesadas, que caerán al suelo u otra superficie cercana, a menos de 1,5m de la boca. Y otras inferiores a los 5 micrómetros, que pueden quedar flotando en el aire durante minutos u horas.

Haciendo las matemáticas de todos estos factores, los autores concluyen que la emisión total acumulada por respiración es de 0,0000049 copias/cm3 para un emisor típico. Pero la cosa cambia si alguien tiene más virus en sus vías superiores.

Cada exhalación lanza 0,637 copias/cm3 para los ‘superemisores’. Ellos no entran el la idea de ‘superpropagadores’ o ‘supercontagiadores’, que se asocia más al conjunto de actos sociales y su intensidad o frecuencia que desarrollan algunas personas (el caso de un presintomático que, tras una noche de fiesta por varios locales de Seúl, fue el origen de un brote con más de un centenar de casos).

Los investigadores ponen el foco en esa carga viral exhalada. Y esto lo cambia todo. Porque alguien puede estar quieto y distanciado y contruibuir decisivamente a los contagios, según el modelo.

Para su estudio tomaron de referencia una sala típica de 50m3 (similar al área de una sala de espera médica). Las concentraciones en una habitación con un individuo que tosía con frecuencia eran muy altas, con un máximo de 7,44 millones de copias m3 para un superemisor.

Sin embargo, si quitamos la tos de la ecuación, esa misma persona, sólo respirando, deja en la habitación concentraciones de hasta 1.248 copias/m3 tras media hora en esa sala.

En realidad, dicen los autores Michael Riediker (Centro Suizo de Salud Ambiental) y Dai-Hua Tsai (Universidad de Zurich), «sólo unas pocas personas con carga viral muy alta presentan un riesgo de infección en un entorno cerrado con poca ventilación».

Los cuatro ingredientes para el ‘supercontagio’

Un evento de superdispersión del virus puede estar ligado a que haya una persona con alta carga viral. Nos faltan aún datos para confirmarlo. Pero, según Iñaki Comas, lo que sí sabemos es que hay cuatro condiciones que convierten una situación en una bomba amplificadora para generar un supercontagio:

  1. Espacio cerrado con poca ventilación
  2. Gran número de contactos
  3. Mucho tiempo continuado, sobre todo si no se puede mantener la distancia de seguridad
  4. Actividad de respiración agitada


La combinación de una o varias de estas condiciones «pueden llevar a que un gran número de personas puedan contagiarse en un mismo evento. Por eso las mascarillas y el distanciamiento físico son esenciales como medidas de prevención», explica el experto.

Dadas las circunstancias correctas, «las personas con cargas menores también pueden contagiar».

Las personas sin síntomas son transmisoras, con una eficacia de aproximadamente la mitad que las sintomáticas e igual carga viral en las primeras etapas de la infección.

Para el investigador del Instituto de Recerca del Sida de Barcelona (IRSICaixa) Jorge Carrillo, «cuando alguien se expone a una carga baja puede pasar que no tiene tanto riesgo. Pero en alguien infectado el virus se multiplica aunque tengas un inóculo bajo, si no lo controlas va a haber una multiplicación exponencial».

Eso sí, si la cantidad de copias del virus inoculada es baja, al final es más fácil que un sistema inmunitario sano «pueda controlarlo a tiempo», explica este biólogo experto en inmunología.

Asintomáticos haciendo zumba y no pilates

Cualquier actividad interior que se implique más exhalaciones, una respiración agitada, pone en marcha la calculadora de las gotitas y las copias virales que manejan Riediker y Tsai.

Iñaki Comas recuerda el ejemplo de un gimnasio donde hubo un brote entre los asistentes a una clase de zumba. No entre los de yoga y pilates, a pesar de que compartían espacio. La respiración agitada de la primera actividad pudo ser determinante.

Otro estudio, publicado a principios de julio, y realizado por la Universidad de Padua y el Imperial College de Londres, concluyó que los pacientes con Covid-19  asintomáticos pueden contagiar de manera similar al resto. Se centraron en la localidad toscana de Vo en marzo. El 40% de la población analizada no tenía síntomas en el momento de la prueba.

En este sentido, Comas recalca que «hasta ahora hemos tendido a aislar a los casos sintomáticos pues los otros no se pueden detectar y puede dar la impresión de que la transmisión por asintomáticos o presintomáticos es más importante ahora que durante la primera ola».

Pero no. Ahora se detectan más a partir de los rastreos, pese a que sean escasos en países como España. «En la primera ola no esperábamos que hubiera tantos asintomáticos o presintomáticos ni que jugaran un papel tan importante», a diferencia de otras infecciones respiratorias.

Riediker y Tsai son claros: «se recomienda una protección respiratoria estricta siempre que exista la posibilidad de estar en la misma habitación con esa persona, especialmente si está tosiendo y especialmente cuando uno está en la habitación durante un período prolongado».

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